sábado, 22 de noviembre de 2008

Guadalupe Ángeles

Guadalupe Ángeles nació en diciembre de 1962 en Pachuca, Hidalgo. Actualmente reside en Guadalajara, Jalisco. En 1993 la Editorial Mala Estrella publicó su libro de relatos "SOUVENIRS".

SOBRE OBJETOS DE MADERA, (cuentos), fue publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1994; SUITE DE LA DUDA (también de relatos) apareció en 1995 en la colección Los cuadernos del jabalí de la Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco; un cuento suyo fue incluido en la antología Cuentistas de Tierra Adentro III, publicada en abril de 1997; algunos de sus trabajos fueron recopilados en la Muestra de literatura contemporánea de Jalisco, editada por la Universidad de Guadalajara en septiembre de 1997, asimismo en noviembre de 1998, Extremos, Cuento último de Guadalajara, antología preparada por la Editorial Arlequín incluyó una narración suya.

Su novela Devastación, obtuvo Mención Honorífica en el Concurso Juan Rulfo para Primera Novela convocado por el gobierno de Tlaxcala en 1998 y en 1999 obtiene el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos convocado por el gobierno de Chiapas.

En noviembre del año 2001 es publicada su segunda novela "Quieta" bajo el sello editorial Paraíso Perdido. En julio del año 2002 la editorial Conexión Gráfica publica su colección de relatos: "La elección de los fantasmas". "Las virtudes esenciales", es publicado por Literalia ediciones el año 2006.

Rostro de Agua

Un Texto de Guadalupe Ángeles

La escritura es seca, obtusa; es una especie de apisonadora; sigue su curso, indiferente, sin delicadeza; mataría padre, madre, amante, antes que desviarse de su fatalidad (por lo demás enigmática).

Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.

Porque la escritura es enigmática, apisonadora, mataría padre, madre, amante, antes de perder su rumbo, ese camino oscuro donde ser y amar se confunden, donde el donador de la vida se transforma en la malversada figura que ata con espinas dolorosas al árbol donde no hay frutos que no estén podridos, es así, en sí, como el reverbero de las imágenes amadas es transmutado en la sonrisa que desnuda nuestra condición de esqueletos, ¿nunca sentiste al lavarte los dientes que adiestrabas a tu esqueleto para presentarse ante los otros? si eres capaz de mirarte de frente sin pestañear es que has perdonado tus errores y aceptas tu vacuidad sin temor, te alzarás entonces sobre la tierra que te ofrece el barro para cubrirte, porque tus huesos sostienen tu rabia, esa ira que te acompaña y bendice tus más dulces horas, porque de ira se hace la raza que te habita, eres la sabana donde los vientos silban, la cascada fría que cubre las sílabas que eres, eres el estruendo, eres la tormenta eléctrica en medio de la noche y eres el amoroso viento que acaricia cuando la insistencia del sol parece envenenar el ansia de vivir, ¿hemos sido y seremos sólo sintagmas? sintagma, abrevadero de animales, tenue luz, esa mirada que también es el árbol que mira, ese silencio que semeja toda orfandad y fuera de los confines de la piel eres, somos, ordenadamente, la forma en que esa estrella se acomoda a un lado de la luna en cuarto creciente; si, en el silencio, si cierras los ojos, descubrirás que eres la ira del aire, la paz que de diferente forma suena bajo el agua, cuando inventaste tu alma sin saberlo, esa que te llevarás a la muerte como única ofrenda, porque de visitar la casa de la total ausencia, algo tendrías que llevar y llevarás tu desconsuelo, tu esqueleto, la mirada que de mañana descubrió aquella nube y en su forma tu sueño, lo que más anhelaste sin saber: la fantasía más pura, incomunicable, a menos que pudieras describir lo que al sonreír un niño piensa. ¿Recuerdas aquella mujer y su enredadera? Esa forma híbrida eres, porque el mar rojo te habita y toda carne no sabrá de su existencia, si antes no ocupó un espacio en ti, en tu más íntimo deseo, en el oscuro instante en que no cabe ni una palabra, ese lugar, casa de la ira, refugio del dolor, ¿entiendes ese lenguaje?, ¿cabría entrometer algún signo en esa hora de tu cuerpo cuando eres tú sin desear serlo, sin saber si lo eres? sabes que tu cuerpo sabe algo que tú no, y lo dejas ser, con sus mareas y sus ríos, sus mares sin sal, con su pregunta clara e incomprensible.




Ha pasado un significado y tú, desde tu silencio de montaña solitaria en medio de la luz, lo has dejado pasar, respiran pequeñas plantas silvestres en tus manos que inmóviles las dejan ser, ¿hay otra manera de existir? la respuesta está en tus párpados de aire, en tu mirada de roca incendiada. Nada es, nada que no haya sido antes en ti. Lo sabes, por eso te escondes tras la lectura del periódico, por eso apagas la luz y ves la sombra del árbol deseando abrazarte a ella, ¿para disuadir a tu cuerpo de seguir siendo? ¿para alcanzar un significado más fuerte que ese que conoces y ocultas por no conocer las sílabas que lo componen? Recuerdas: ¿una gota no te cura, y dos te pueden matar?, así es tu sangre, tu saliva, el agua que mana de cada uno de tus poros sólo porque sí, sólo porque no es posible no ser lluvia si la mañana arde bajo el sol, y lo irremediable de tu existencia, por un extraño encantamiento, cuya enunciaciòn no sabes aún, se transforma en una especie de barca donde alguien tocará una nueva orilla, luego de temer un naufragio, barca entonces, tormenta, luz, amanecer, serás, es decir, voz.




Sintagma, arma letal, estruendo sin dominio, eritrocito, alma de arma, armisticio, lento derrumbe, ¿sabrías de ti si no te nombraras? El álgebra de tu nombre, la innominada angustia que te cerca, la penosa ramificaciòn que te ronda en cada sueño, en cada atardecer, porque de algo debe proveerse esa minucia que funciona como el motor de tantas ansiedades ¿resquebrajada la asimétrica manera de mirarte habrá de reincorporarse al paisaje que eres? muerdes tenaz el significado, pero se te escapa, es asì que te transformas en nube y en híbrido de animal y esencia, de signo y enigma, de lodo y luz, ¿nunca te preguntaste si la monstruosa figura de tus sueños era tu padre? alguien tendría que devolverte la certeza que la muerte te arrebató, ese simple hecho: trastocar la presencia por una forma apenas esbozada en un impreso imprecisamente advertido a través del tiempo ¿era un resto de taza que sus labios tocaron al beber? ¿era el recuerdo de alguien que no amó? su pelo dices conocerlo, alguna sonrisa que en blanco y negro sòlo decía ésto es mío. Eso quisiste ser, y fuiste la mujer de otro, la tenaz, la incauta, la atormentada, la insomne que abre preguntas como si sembrara espejos, las abre y ni así deja de sentir la lluvia, de ser la lluvia, porque no sólo eres la sal del mar, eres también la lluvia en la alberca, el amarillo de la flor que en sueños te visita, el camino de tierra que la máquina que eres transitaba, y eras y serás la constante, la aterida, la no nombrada, la sin sol, la enamorada del vacío, la perpetua que en árbol se transforma, la monótona melodía que salmodia mientras adviertes que los cuatro puntos cardinales viven en tu boca, donde tu lengua es el centro como en otra parte y en ti el centro es el sol, ese que te quema eres, ese que te desfigura eres, ¿alguna vez miraste la herida sin gritar?: ¿esta es la carne y sangre, esta es la manera en que mi pasado se planta frente a ti, a mí?, pero no te inquietes, igual que el fuego es al mismo tiempo: ¿un tigre, un caballo, una rosa, una tormenta?, así tú, eres el signo de agua, la oscuridad que se busca, la rabia que sostiene, ¿potencia de acto?, potencializada ansia de aniquilar lo furtivo, porque de pequeños murmullos es tu rostro de agua, porque de breves sentencias se forma tu cuerpo de luz, de tierra dura y amada, de silenciosas oraciones ha sido hecho tu más dorado campo de trigo, en él, con él, corre tu alma nacida de la música oculta bajo el agua, no te inquietes, si la herida sobre tu piel va cicatrizando, es que tu piel transforma toda ira en esperanza, toda rabia en luz y beberán en tu brazo izquierdo que es un río las aves que al amanecer, en su lenguaje, se dicen unas a otras: ¿aquí está nuestro alimento?, mientras una de ellas muerde tu corazón de higo, un poco vas muriendo, con la certeza absoluta de que tanto en tu muerte como en la vida, la alegría será.