viernes, 24 de abril de 2009

Seres

Toda mi obra está escrita para ti. Es excretada desde los abismos de la razón o de la locura para que me leas y me entiendas sin mirarme. No tendría por que hablarte, ni saber de ti. Pero ha sido la vorágine, el movimiento impensado del universo el que me puso frente a ti. Fue eso o la decisión consciente de atraparme en tu mirada, en la noción que tienes de prójimo. Soy tu prójimo más próximo. Porque me bebo tus palabras crudas, y nado en lo profundo de los sentidos que infieres a las cosas, en el extemo de tus conceptos me aíslo, soy ahí lo que siempre he querido ser: La estrella. La más próxima encarnación de lo budista, es decir, un silencio todopoderoso y bullanguero, en el cual no es la ausencia de palabras lo que lo llena, sino un viento silbante, un alerta mirar y la maravillosa concordancia de las ideas propias con las que escucha, y no es que sepa todo lo que dices antes que lo escribas, sino que posterior a tus palabras me invento, entreverada en tus conceptos porque una ulterior certeza me acomoda allí donde lo que dices calza a la perfección: sentido y sensibilidad, toque y timbre, revelación y apaciguamiento, desazón y certeza, duda y resquebrajamiento, ausencia y plenitud, autenticidad y desvarío.
No hay contradicción en todo esto porque soy materialmente una palabra, es decir, la vida del significado, cada que respiro sé que estás respirando y no es que seas yo, es que somos complementarios: tú escribes, yo leo. Tú vives, yo sueño. Yo vivo, tú duermes. Yo escribo, tú sabes porque. Somos sencillamente líneas paralelas. Paraclitadas definiciones de lo extenso somos. Paráclito linaje del lenguaje nos une. Matemáticos irreverentes inventaron sus teorías pensando en la curva perfecta que dibuja en el cosmos el seguimiento de nuestras voces. ¿Quién es Errado si de acariciar el lomo del idioma se trata? ¿Quién es la duda? ¿Quién es nosotros? Es el lenguaje la respuesta. Es las páginas y los sonidos de las palabras. Es el gesto y es la vida que lo llena. Es el ademán y su interpretación certera. Es como resarcirnos de todo tiempo muerto. Es que sabemos que estamos en la vida para comunicarnos. Palabra y gesto. Voz y veracidad completa. Movimiento y mirada. Eritrocitos. Bengalas. Luz del sol, sí, ese que no se muere y es de vidrio, y suele comerse toda oscuridad, todo silencio, mientras nos mira ese sol sobre la plancha inmensa de la tierra toda, bichos que somos hechos de palabras, de pensamiento, de obra y omisión, por los siglos del silencio y la rescatada duda, hecha certeza, hecha viento bienhechor, hecha Amistad plena, hermandad del desasosiego y la ternura, de la felicidad del murmullo y el grito, de la página y la conversación, de eso somos: Lenguaje, Cifra, Memoria. Y mensajereamos mientras viene el tiempo en que nos toque el mismo viento, adictos a lo ínclito, a la fastuosa danza de toda palabra, a la emoción de untarnos el verbo en la piel de los días, en la carne de los huesos porque seremos cadáver, pero mientras somos escritos por nosotros mismos.