sábado, 15 de octubre de 2016

Falsa autobiografía


Soy Janis Joplin. Busqué en las calles un amante y lo encontré. Me fui a la cama con un desconocido. Reconocí en su sexo la extrañeza. Entré en ese minuto incandescente de su vida y salí como quien abandona un paraje soleado ¿era el mar su sonrisa?, ¿fue un paraíso su mirar y su ansia (que ya debo olvidar) de tomarme para irse luego?

Las palabras se hacen humo, los cuerpos que he amado nada; el tiempo se hace duro, cruel jornada cada día para habitarla con razones, largas caminatas, alcohol y embriaguez constante, canciones que alucinan de tan mías, música sagrada dentro de la que me nacen alas, en la que soy lágrima, sereno mar, tempestuoso, águila, montaña de granito  que brilla bajo el sol más cálido, terremoto, letal caricia, arrullo, dádiva, una dolorosa promesa, una herida, una cascada.
He dejado de mentir; soy Janis Joplin y tomo lo que quiero, sola porque soy una borracha imposible, me posesiono de aquellos que se someten a mí aunque sea por instantes. Soy reina en ese sitio que no existe sino en mí; me erijo allí, en el espacio de un orgasmo, como estratega, soberana y dueña. Nada me pertenece sino ese desconocido que se llama Yo. Estoy sola porque amo desesperadamente, me entrego sin reservas y así quiero ser amada, pero nadie se atreve. Entran y salen de mi cama; los veo irse, buscar canciones para huir de mí. Los contemplo incrédula cuando se emborrachan conmigo y me ofenden, los veo ser golpeados por mí y ni así se quedan; no hay pretexto que pueda mantenernos unidos, ni a ellos, pobres borrachos, ni a mí; ellos se han disuelto en el tiempo con sus cuerpos siempre diferentes y siempre el mismo: cuerpo del vacío. Nos quisimos mucho, fueron meses o fueron horas, pero estoy sola; soy Janis Joplin y sólo necesito mi rabia, mi dolor para cantarlo a voz en cuello, para aullar a la luna que me mira dentro de mi jaula. Esta que hice para esconderme de mí, sin lograrlo.
Soy Janis Joplin. Quienes me escuchan cantar envidian mi vehemencia; pobres; no saben que la sagrada música que me habita no logra desprenderme de la mordedura de una soledad más imaginada que vivida; pero vaya que muerde más fuerte que cualquier borrachera, embriaguez o alucinación autoinducida. No me quejo. Hasta el hartazgo me habito. Soy Janis Joplin y tomo lo que quiero.
Lo único que necesito es mi rabia; ninguna alegoría.

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