Esas líneas que cercan mis ojos, y la manera en que la luz de la mañana se refleja ahí, ¿qué podría decir de ellos sino que no vienen de un sueño? vienen y están en la vigilia, en ese instante que casi olvido y ocurrió hace apenas unos minutos frente al espejo. Me sonreí, eso es cierto, lo hago porque suaviza mis rasgos, el cansancio que tiene mi rostro es interpretado de otra manera, desde mí, claro; y podría imaginar que vengo de una fiesta, que he bebido mucho y veo los árboles a lo lejos, el agua de la fuente que vibra con el viento como si fueran parte de un reino en el que habito, en el que mi rostro es contemplado por las nubes grises con el mismo gesto generoso de quien sabe cuando es el minuto exacto de abrazar. Mi rostro dice eso. que quiero aprender a inventar milagros, que no importa el color de mis ojos, sino el rostro amado que ellos cada día ven. No voy a engañarme, esa fue la propuesta, esa es la principal tarea para mí hoy, saber que todo paisaje es eterno, que todo reino, imaginado o no, existe, existe plenamente sólo porque los ojos de mi rostro lo miran; y yo doy fe de su existencia, doy fe de que esta nariz, cuya forma me señala como parte de un clan, clama también por su propia existencia, con la sencilla treta de ser, sin más. Y mi boca, que siempre tiene hambre de palabras hondas, y ganas de cantar canciones cuando los ojos de mi rostro se cansan de llorar, bien puede decir a la hora que sea: "estos labios son míos"; sabe que puede hacerlo, yo siempre la dejo hablar, luego sonríe y me acuerdo que no hay porque mentir la edad, ya la dice mi rostro, sin pudor, abierto a la vida, diciendo, aquí estoy, ni sueño, ni recuerdo, ni pesadilla, sólo un rostro: eso soy.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario