viernes, 31 de diciembre de 2010

Paisaje

Me gusta estar sentada aquí en el comedor de mi casa. Me gusta la vista que se contempla desde el fregadero, desde esta silla. Veo la puerta de la calle. Alguien vendrá, o no, no importa. Escucho el piloto encendido del boiler. ¿Qué espera la muerte para venir por mí? Lo digo sin dolor y sin melodrama. Ella es, como dice Jodorowsky, mi dama de compañía. La espero sin miedo, sin prisa, sin preocupación. He hecho suficientes cosas en mi vida. Ya puede venir. Estoy satisfecha. He bebido algo de sidra en la oficina, claro, el brindis de fin de año. Estoy bien. Hace frío. Todo lo que tengo no es mío. Cuando yo muera Jazmín hará con ello lo que tenga que hacer, yo me limito a cuidarlo ahora. Mis conchas, tan preciadas, tendrán mejor destino o volverán al mar, no sé, tampoco importa. He comprendido, lo dijo Le Clézio, nuestra vida es parte de un proceso que no termina con nuestra muerte. Así que puedo estar tranquila, escribir, comer, dormir, olvidar, odiar, amar, esperar, cantar, lo que sea, todo es efímero, y así está bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

puedo decir, hoy, 20 de enero 2013 algo parecido, ¿debería mentir? no creo, ¿para qué? tal vez, tomando algunas palabras prestadas: "la vida hay que vivirla" (me las regaló "Los detectives salvajes", ahí dice que eso dijo un teporocho, yo ahora lo suscribo. G.A.