martes, 9 de diciembre de 2008

Documentar eventos ficticios

Si dios no es bueno, yo no tengo la culpa. No esperábamos que viniera dios con su cámara, una Cyber Shot (¿sabías que puede filmar también?) y como Lorenilla le había dicho que se podían documentar eventos ficticios, dios trajo su máquina ésa y nos dio en la madre a todos.
Lo malo es que lo queríamos. En la casa a nadie se le hubiera ocurrido negarle un favor a dios porque siempre fue muy buena onda con nosotros, como ese día, la Marcelita se quedó sola en la casa y se fue la luz. De casualidad dios iba pasando y la vio muy triste sentada en el quicio de la puerta. Ella le dijo que no prendían los focos y como ya estaba oscureciendo, mejor se fue a sentar allí, al menos con la luz de la lámpara de la calle alcanzaba a ver en su cuaderno para terminar la tarea. Sin que nadie se lo pidiera, dios fue a la tlapalería y cambió los fusibles quemados. O como cuando vino a darle una friega de alcohol a Rocío que tenía ya muchas horas con fiebre y con nada se la podíamos bajar.
El dios fue siempre un buen cuate, desde que su mamá faltó agarró una costumbrita medio rara: todas las noches se acostaba con su grabadora al lado, allí lo encontraban sus hermanos, ya dormido y con la música todavía sonando.
Luego empezó a trabajar con la Yoni vendiendo nieves de garrafa, le convino, así ya tenía que invitarle a la Moni los domingos afuera de la iglesia. Ni modo que la Yoni se le fuera a enojar por eso, una nieve no se le niega a la novia y menos si es domingo ya en la nochecita, bueno, ni una nieve, ni otras cosas.
Tenía como veinte años, era un cuate moreno y el mote le vino porque a un gandalla de otra colonia se le ocurrió que parecía el monolito de un dios olmeca, y como al dios le latía todo lo prehispánico agarró el apodo y ya no lo soltó. Cuando sus hermanos se burlan de él dicen que se ve al espejo y dice “¿No que no hay dios?”.
A lo mejor el dios empezó a hacerse malo sin querer, puede que se le haya descompuesto algo desde que aquellos vatos de por San Juan lo invitaron a trabajar vendiendo películas piratas. Dejó de ver a la Moni y poco andaba por el barrio.
Estábamos muy tranquilos ese día platicando afuera de la casa del Panchito cuando llegó con su dichosa máquina, la Cyber esa. Pero no venía solo, trajo a la Lorenilla, toda vestida de negro, pintada de rojo en los ojos y negro en los labios, todas nuestras amigas lo hacían al revés, era media rara la Lore, apenas dejaba hablar al dios, nos echó un discursote como de media hora. Que el arte, que las excepciones, las contradicciones de esta sociedad y que las arañas. Nosotros nomás la oíamos. ¿De dónde sacó el dios a esta morrilla?
No le entendíamos al principio pero nos cayó bien porque encargó cervezas y seguimos todos allí, oyéndola. Tomaba como uno de nosotros, se reía de las babosadas que de repente se le salían al dios mientras la veía embobado, le apretaba la nariz cariñosa y seguía con su asunto del arte alternativo. Luego ya le fuimos agarrando el hilo al asunto. Un buen Performance, pero uno bueno, haría que se tomara en serio al Arte Alternativo. Convencidos ya de plano, luego de los cuentos que nos contó la Lore sobre vatos que se paraban en la calle y le hacían a la estatua o al hombre araña, decidimos entrarle, si necesitaba carne de cañón, sales pues. “¿Cómo que naranjas con pelo?” –gritó enojada. Pues no, contestamos. No, no estamos de acuerdo, las naranjas nomás en jugo y con vodka, sino ni para qué.
Se le encendieron los ojos y dijo: “Pues órale, ahora es cuando.”
Con mucho cariño y medio tambaleándose (demasiada cerveza pues), le quitó al dios la Cyber y ordenó: --Quítense la ropa y se tiran al suelo como muertos frescos de la segunda guerra mundial, la onda es que cuando les diga, se levantan bien despacio y cantan, pero chido, “La llorona”.
Todos borrachos nos latió la idea: Arte y no payasadas. Obedecimos, el dios medio quería rajarse pero Lorenilla, junto con nosotros, lo convencimos de que era el momento de rescatar al Arte alternativo del horrible bache en que se encuentra.
Lo malo fue cuando llegó la policía y nos encontró a media calle boca abajo y encuerados. Qué muertos frescos ni que segunda guerra. Arriaron con todos, menos con la Lorenilla que corrió como conejo al sentir en su espalda el dedo del agente que le preguntaba ¿me permite su cámara señorita?
La verdad no creo que el dios sea de veras malo, pero de que nos dio en la madre…

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