Cinco y media de la tarde, entré a esta reunión que han dado en llamar "El placer de la Lectura", pero, he de confesarlo, mi presencia obedeció a razones erráticas más bien, estuve en ese lugar porque necesitaba escribir en mi agenda/diario y no encontré un lugar más pacífico que esas sillas dispuestas como para escuchar algo muy importante. Fue así que sin querer conocí a un señor español que llegó esa tarde con otro señor de nombre Benito Taibo, y se sentaron ambos frente a mí y a una veintena de preparatorianos que estaban allí, debí entonces detener mi escritura y escuché una frase que funcionó como mandala por las dos horas restantes: "Transformar el dolor en belleza", palabras que dijo el señor de nombre Eduardo Lago, de quien me enteré no sólo que escribió la novela "Llámame Brooklyn", ganadora del prestigioso Premio Nadal de España en 2006, sino que es el Director del Instituto Cervantes en Nueva York, pero no sólo eso, sino que empezó a publicar a los cincuenta y dos años, que es gran admirador del escritor irlandés James Joyce, y que escribió un estudio sobre las traducciones al español del volumen titulado "Ulises", de este autor, además, ese ensayo le hizo merecedor al premio de Crítica Literaria Bartolomé March en el año 2001.
Supe también que Don Eduardo, nacido en 1954 en Madrid, no recuerda cual fue el primer libro que leyó, ni tampoco a su primer amor, lo cual no es impedimento para que sea un hombre de gran calidad humana.
Pero no nos adelantemos, ya que mi ángel de la guarda y yo hemos tomando al toro por los cuernos y nos sentamos frente a la máquina para contarle al "siempre improbable lector" (como decía Borges) que nos lanzamos al stand de la editorial Planeta para apersonarnos con una linda chica de nombre Mari Jo, la cual nos regaló esta hermosa novela "Llámame Brooklyn", y nos acompañó a preguntarle al mismísimo Eduardo Lago, quien salía del salón tres de la fil luego de presentar esta obra, y al cuestionarle si quería que yo lo entrevistara, este señor nos dijo que sí y fue de ese modo que transcribo sus palabras hoy aquí y ahora, sólo para dejar constancia de un par de cosas que me parece importante comunicar:
G.A.- Tengo el privilegio de hacerle hoy esta entrevista, creo que ayer llegué a conocerlo un poco, cuando nos dijo la edad en que empezó a publicar, lo cual me parece la característica más importante de Usted como escritor, y ya dijo por qué, pero le pregunto, ¿tenía miedo de ser un escritor mediocre?
E.L.- Sí. También. Es la pregunta que hay que hacer. Decía Roberto Bolaño, quien hablaba del miedo a ser malo, que siempre hay esa inseguridad, que la tienen quizás los más grandes también. ¿Cómo podría articular una respuesta inteligente y a la vez sincera? Era como que la literatura era algo mío, además hay muchos escritores, muchos creadores que han muerto sin que se conozcan sus obras y después se han reconocido, y para ellos, claro, no hubo una satisfacción, como no la hubo para Van Gogh que murió sin haber vendido un cuadro, o para Vermeer que es uno de los grandes pintores de la historia de la humanidad, de quien se dice que cuando murió, su mujer le tuvo que dar un cuadro al panadero, para pagar una deuda que había contraído y, muchísimos más que los han encontrado muertos con los libros debajo la cama; muy al principio hay una reflexión sobre esto en la novela ("Llámame Brooklyn"), que cuenta la historia de un escritor, que como Kakfa, pidió que destruyeran sus escritos, de manera que yo creo que se trata sólo de una relación auténtica con un material, yo creo que eso es lo que permite que uno escriba cosas de verdad, entonces, no había nada de anómalo ni nada raro, y por milagro salió el libro. Ahora, ¿qué cambió?, pues cambió que, como me decían mis amigos, ¿por qué no compartes esto con los demás?, pero hay algo de traición y de impureza en publicar, y en entrar a la feria de las vanidades, como la Feria del libro, la feria de las editoriales y entrar con los agentes y demás consideraciones comerciales que, por otra parte, ya son muy importantes para mí, porque lo que uno quiere es que a uno lo conozcan, que a uno lo vean, lo quieran, como se dice normalmente. Siento que había cierta pureza en mi actitud anterior y esa pureza se ha perdido hasta cierto punto, porque tienes que estar con escritores que no son buenos y venden mucho, y además ninguno sabe que no es bueno, todos piensan que son muy buenos.
G.A.- Y están publicados sus libros.
E.L.- Sí, y me siento a la mesa con ellos y son simpáticos, buenos amigos, entonces la escritura es muy complicada, mi relación con la escritura es muy complicada muy contradictoria, entonces digamos que hay un antes y un después, hubiera estado bien haberse muerto sin ser conocido ni nada. Ahora yo soy uno más que quiere publicar y toma las medidas necesarias para que las cosas salgan bien, para que lo traduzcan, para que lo conozcan, pero algo se ha perdido sin duda ninguna, lo único importante es que la obra sea auténtica, y eso sí que procuro hacerlo, eso sí que lo hacen muchos de mis autores amigos, por eso, aparte, no hay que exagerar, tampoco se trata de decir que sea la única actitud posible la mía; me parece muy bien lo que hacen los demás, al final quien tiene la última palabra es el lector; ahora, también entre los lectores hay que distinguir, hay lectores que les gusta leer tonterías, libros de autoayuda, de astrología y novelas malas, que son las que entienden, bueno, pero para todas tiene que haber sitio, en ese sentido, sí que me gusta la Feria del Libro y todo lo que hay alrededor de ella.
G.A.- ¿Tú crees en el carácter sagrado de la palabra entonces?
E.L.- Sí, ya tiene mucho que no está de moda, pero creo que sí, hace poco estábamos en un programa de televisión (había varios poetas) yo contesté a una pregunta: ¿el poeta tiene que vivir de una manera distinta, es un ser distinto?, yo digo que sí, el poeta es un ser tocado por los dioses y por los demonios a la vez, entonces tiene un destino, y tiene que vivir conforme a ese destino, eso quiere decir que el poeta no puede ser panadero, o bueno, si puede, pero panadero loco, así que la respuesta es que sí.
G.A.- ¿Escribir "Llámame Brooklyn" cambió tu vida?
E.L.- Publicarlo sí. Escribirlo también.
G.A.- Me refiero, precisamente a ese momento, antes de que entraras a la dinámica de la publicación, ¿eras otro antes y después de haberlo escrito?
E.L.- Bueno, es que hay varias fases aquí: Primero surge una idea, la idea va cobrando forma en mi cabeza, va abriéndose paso durante años, voy escribiendo una serie de fragmentos, poco a poco voy dándome cuenta de que estoy haciendo una novela, y la novela final, porque un editor la trató, tiene doscientas páginas más, que seguramente contienen impurezas que a mí me interesaría en algún momento conservar, porque estaba muy cuidadosamente escrita.
Y sí, esta novela me permitió reunirme con mi destino, al dar sentido unitario, dirección a la obra y llevarla a un lugar que yo sé que tenía que llegar en ese sentido, no me cambió exactamente porque estaba haciendo lo que llevaba haciendo toda la vida.
G.A.- No te cambió fundamentalmente porque fue un proceso que duró veinte años, según decías ayer en la conferencia "El placer de la lectura".
E.L.- Bueno, así en números redondos fueron casi quince años de gestación. Ocurre lo siguiente: en 1997 con 33 años, me voy a vivir a Nueva York, me quedo, a los 33 años todavía no había decidido qué iba a hacer con mi vida, ¿te acuerdas lo que preguntó ayer el muchacho en la conferencia?, habría que decirle "tranquilo, todavía te falta mucho tiempo" para saber qué va a hacer con su vida (tenía 19 años).
G.A.- ¿A qué te dedicabas a esa edad?
E.L.- Siempre a algo que ver con la escritura, y a ser profesor de miles de maneras en institutos en España, al llegar a Nueva York, mi vida fue cobrando una dimensión distinta: acabo un doctorado, me dedico a escribir, pero lo que voy escribiendo es, recogiendo todo todo, para empezar, escribir una novela con cierta edad, lo que tienes es muchísima experiencia como escritor, muchísima experiencia como lector y muchísima profesionalidad, eso es lo que dijeron los críticos: esta no es una primera novela. Claro, no era una primera novela, ahora, sí tiene muchas características de primera novela porque hay algo bueno en decidir publicar y es cuando ya tienes que tener una forma precisa, exacta y concreta de lo que tú quieres dar a los demás.
Hay, digamos, diez años de maduración, cinco años de trabajo duro, yo lo dejaría en cinco.
G.A.- Entonces fueron quince, no veinte.
E.L.- Veinte también porque hay una parte de vida que estás viviendo en que no estás escribiendo pero se están reuniendo los materiales solos para que tú los utilices; te pongo un ejemplo, cuando llegues al cuaderno de la muerte, esta parte en la novela, verás que el personaje, que es escritor, hace recortes de periódico que son totalmente atroces, eso es lo que hacía yo, lo hice durante cinco años anteriores al inicio de la escritura de la novela, realmente es un proceso de destilación que sólo es posible gracias a que me cambio al otro lado del Atlántico, y entonces, todo el tiempo que pasé allí hasta que llegó esto.
G.A.- ¿Por qué recolectar fragmentos atroces, hay que decir lo malo?
E.L.- Bueno, eso fue algo que me pasó a mí y fue algo que les pasó a los personajes, es que a veces sabes cosas y dices ¿cómo es posible?, de repente abres el periódico y lees: "Encuentran a un bebé en la basura", ¿qué haces después, sigues desayunando?
G.A.- No. Por supuesto.
E.L.- O, como ayer, te cuento, iba yo en un automóvil, me traían a la feria, se paró al lado una anciana que parecía india, muy mayor, y pidió algo, el chofer le dijo No, pero como dices No cien veces en el día, entonces yo vi que la señora empezó a llorar, pero, no para nadie, yo no me pude quitar esa imagen de la cabeza en toda la mañana.
G.A.- Tampoco tuviste oportunidad de darle nada. ¿O sí?
E.L.- No. El señor muy amable que me traía le dijo No, y allá la dejó, pero ella estaba en la puerta del hotel, ella conseguiría algo a continuación, pero fue un momento en que todo el dolor de la asistencia le cayó a la viejecita, que no tenía que comer; pero este tipo de noticias que te comento, tan terribles, cuando yo llegué a verlas, te digo, las recortaba. Y luego, intentaba hacer algo con ellas, entender por qué pasan estas cosas. El sentido de la literatura para mí es "Transformar el dolor en belleza", lo dije ayer creo.
G.A.- Sí.
E.L.- Ese es un proceso de alquimia. No es que se pueda comprender algo, pero yo creo que sí se pueden cambiar algunas cosas, y eso que hace este señor, personaje de mi novela, lo hacía yo.
G.A.- Sí, "Transformar el Dolor en Belleza", lo dijiste ayer y esa frase para mí se convirtió en un Mantra.
E.L.- ¿Sí?
G.A.- Sí, y pensé, no es únicamente "Llámame Brooklyn" el premio Nadal de novela 2006, es la obra de una persona que no ha olvidado el humanismo, ni ha olvidado que los seres humanos necesitan consuelo, aparte de experimentar su inteligencia al leer una obra perfectamente armada a lo largo de veinte años, y esta es otra de las cosas que, yo creo, hay que agradecer a esta novela, esa compasión tan necesaria.
E.L.- Está llena de personajes que han perdido la batalla con la vida.
G.A.- Sí.
E.L.- Hay en ella una galería de perdedores, yo me siento hermano de todos los escritores que no han triunfando, que no han publicado, de todos los que no van a llegar.
G.A.- Dijiste “mi corazón está con los perdedores”.
E.L.- Sí, exacto.
G.A.- Creo que precisamente tus personajes están muy vivos porque sufren mucho. Siento cómo le pesa la muerte a Néstor de su amigo Gal, de quien dices: "…no dejaba de revolverse hasta conseguir hacerse daño, cuanto más, mejor”, este tiene que ser un personaje atormentado.
E.L.- Sí.
G.A.- ¿El dolor ha estado muy presente en tu vida, o es sólo recordar que todos lo compartimos?
E.L.- Bueno, es que lo que sucede con el arte y la literatura, cuando por ejemplo Bruegel pinta "El triunfo de la muerte", o el Bosco pinta todos esos personajes que son monstruosos, no se trata tanto de entrar en uno mismo, sino de poner en el plano artístico lo que puede haber allí afuera, en otros corazones, lo que yo hago es dividir la novela, repartirla entre dos seres completamente distintos, entonces digamos que Gal representa la oscuridad y la noche y Néstor representa la luz y el día, y Gal es mayor y el otro es joven, entonces, en un punto intermedio entre los dos se encuentra la novela, pero sí me interesa una persona que, bueno, es un personaje oscuro que a mí me fascina pero no soy yo, está allí y yo los observo a los dos, además la novela es muy extraña porque tiene una arquitectura muy compleja pero perfectamente trazada, terminan los nueve primeros capítulos que son como una obra de ingeniería y luego se abre la novela, el diez, once, doce y trece son fragmentos de la novela terminada, pero luego hay un misterio que le dejo al lector, que te dejo a ti, ¿quién escribió el catorce y el quince, si se había muerto el otro, qué clase de novela es esta?
G.A.- La pintora lo escribió.
E.L.- No no no, ella es muy mayor. No, es otra novela que me obliga a una continuación que ya ha salido y se llama "Ladrón de Mapas", una parte, y habrá una tercera parte para cerrar este ciclo completo, pero tu pregunta era sobre este ser autodestructivo, yo escribo de muchos tipos de personas, ellos son como, las dos posibilidades, un polo positivo y un polo negativo y entre los dos, toda la gama de posibilidades de la existencia, perdedores y otros que no lo son.
G.A.- Creo que hay en la novela una pureza extraordinaria, y tú acabas de decir que tiene una estructura perfecta, ¿puedes hablar de un modelo, o varios, que te hayan señalado cómo estructurar esta novela?
E.L.- Hay muchos, pero te voy a decir los más importantes: con esta novela yo hago un programa literario que consiste en mi conocimiento profundo de la literatura norteamericana del siglo veinte, de la segunda mitad del siglo veinte sobre todo, trasladarla a la lengua española, hay allí toda una serie de novelistas, hay un autor que me gusta mucho que se llama Don de Lillo, hay uno al que le hago un homenaje directo en la novela, ya llegarás al final, que sale con las letras griegas Tao Pi que es Tomás Pinchon, es un modelo de escritor ilegible, dificilísimo, no hay quien lo siga. Entonces, toda la tradición anglosajona, americana e inglesa, que yo conozco muy bien, toda la tradición experimental de la literatura norteamericana (pero experimentalismo con algo, porque hacer experimentos porque sí no tiene ningún sentido), luego, está la lección de James Joyce, que para mí es un punto de referencia muy importante, y luego, al final, siempre, está organizándolo todo y vigilándolo todo, el más compasivo de los escritores, el que más ha hablado de la libertad que es Cervantes, y ahora puedo hablar a través de lo que dicen los críticos, los críticos son muy importantes, y ven cosas, han visto el elemento cervantino en mi novela, claro, desde Carlos Fuentes todos somos hijos de Cervantes, entonces ese elemento de los escritores, de que el texto NO SEA DE NADIE, es la perspectiva que cambia constantemente y es una lección de Cervantes, de manera que mi novela es un intento de traer lo último de la novela norteamericana, a lo primero de la novela europea que es Cervantes, porque la visión de Cervantes no se ha superado, como tampoco la de Joyce, Joyce cierra un paréntesis, es de lo que voy a hablar hoy en el homenaje a Fuentes, no de mi novela, sino de un ensayo de Fuentes que habla de esto.
G.A.- Me alegra que pudieras conectar nuestra entrevista con lo que harás más tarde, que hayamos ayudado un poco a esa reflexión.
Una última cosa: Estoy leyendo tu novela, y voy en esa parte donde, parece que entiendo: el deseo es sinónimo de desamparo, y pienso, ¿la condición humana, es en esencia, el desamparo?
E.L.- Hombre, no, no me gusta, digamos que, una parte; sí me gusta la cercanía entre deseo y desamparo. Hay muchas historias, hay muchos personajes y con algunos verás, me porto muy mal, y no sé por qué.
G.A.- ¿Disfrutaste ser malo con ellos?
E.L.- No, ya lo decía Valle Inclán, hay tres maneras de relacionarse con los personajes, una es: los tratas como si fueran unas criaturas y tú un dios, los tratas como si fueran héroes y tú los ves desde abajo, o los tratas como iguales, yo los trato desde fuera, hay unos personajes que extremo, pero no soy yo, es mi imaginación a la que yo sigo. Hay un personajes Niels Clausen, que es el amigo, que tiene una historia tremenda y trágica de amor, yo creo que lo que le pasa a mucha gente que sufre, lo que te ayuda la literatura o la poesía es a entender lo que te pasa a ti a través de lo que les pasa a los demás y hay mucha gente que tiene frustraciones en el deseo o en otros aspectos, o gente que es maravillosa, entonces está todo esto, esta humanidad es también de Cervantes, aquel famoso patio de Femonipodio, que es un tipo que era del hampa y allá acogía a todos los pobres y a los pícaros y ladrones también los mandaba por allí, es el teatro de la vida, en la vida como es hay de todo, en la vida hay ladrones, hay gente que le va mal, entonces los pongo a todos, y a algunos personajes les toca sufrir muchísimo, yo me siento muy mal, es una manera de investigar, pero no lo hago a propósito, simplemente, ahí va la cosa.
G.A.- Va surgiendo, bien. El ciclo que da inicio con esta novela ¿va a incluir tres "Ladrón de Mapas"..?
E.L.- "Ladrón de Mapas" es un experimento muy curioso porque la gente está intrigada sobre qué va a pasar después porque en realidad hubo muchísimo eco, este libro tiene una estructura muy compleja, no te cuento ahora pero una parte de Ladrón de Mapas y esta novela "Llámame Brooklyn" terminan igual y hay algo allí que necesita ser atado, entonces yo creo que ahora viene un tiempo de una novela también madurada, meditada, lenta, no tardaré veinticinco años, porque no hay tiempo, pero sí va a tardar dos o tres años cuando menos .
G.A.- Con el éxito de ventas que ha tenido tu novela ¿has considerado, o se ve la posibilidad de que te dediques íntegramente a escribir?
E.L.- No, no es buena idea, porque eso dañaría a tu literatura, yo creo que hay que escribir poco y bien, es mejor tener otros trabajos, por ahí habrá muchos escritores profesionales y unos muy buenos pero no, yo creo que es mejor tener otra cosa que te permita tener todo el tiempo del mundo para seguir trabajando, no sé por qué ahora me ha dado una prisa por publicar, es una cosa rarísima.
G.A.- Es como un contraste del Eduardo que no quería publicar, a éste que tiene prisa.
E.L.- Sí, pero es un diferente tipo de prisa, pero voy siguiendo la vida a ver cómo me va.
G.A.- Si hubiera que pedirte algún consejo para quienes quieren escribir, ¿sería éste? "Hay que seguir la vida"
E.L.- Sí, claro, y ser fiel a uno mismo.
G.A.- No venderse al marketing.
E.L.- Ser fiel a uno mismo pero también está la parte de hacer las dos cosas, porque, por ejemplo, ahora le doy las gracias al marketing porque tienen todo esto lleno de productos comerciales y también tienen espacio para esto.
G.A.- Pues muchas gracias, habré de terminar la lectura de “Llámame Brooklyn”.
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