Dar cuerda a un reloj para qué, si fuera pregunta, sería equivalente a la pregunta de para qué entrenar un perro, acabo de leer un cuento de Doris Lessign que a eso se refería, y las razones para hacerlo eran evidentemente las equivocadas, entonces no se hizo el trabajo y los perros resultaron seres de vida errática, ni modo, tampoco doy cuerda al reloj, las razones son indiferentes.
Si pudiera decir algo bueno de todo esto, si mis manos no fueran únicamente un par de animales animados que se pusieron a danzar hoy sobre el teclado, mi mente está aquí pero mi alma acostumbrada a diversas oscuridades no se anima todavía a levantar el vuelo, sabe, como lo sé yo, que es cuestión de un movimiento, sólo de eso.
Ya es noviembre, pronto será diciembre, y todavía hay por el mundo personas que dicen y hacen cosas que, como yo, se alimentan sólo de la ilusión de no guardar silencio, ah!, con lo bello que es el silencio.
Hagamos pues el movimiento necesario.
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