domingo, 29 de julio de 2018

A efectos prácticos... fragmento

III.


…ante la presencia pura, mutua; mutamos en viajeros del poliedro que se mostraba ante nosotros desde el cielo, una energía nacida del discurso en que íbamos penetrando hizo aparecer arcoíris, nubes y mar calmo en el cielo, nada que no pueda ser comprendido por esa presencia que invocamos y encarnamos en el corazón del azar, lugar donde no es posible decir “soy”, porque inmersos ahí todo era nosotros, grito y beso, caricia; sitio donde el temor ha muerto; paraje para planear como diente de león, impulsado por vientos fríos, cálida sensación de pertenencia porque “ante” y “dentro” fueron también uno, no palabras enemigas, sino caras de un poliedro de lados innumerables, como innúmero es el acto desplegado en interminables actos apenas perceptibles en la imagen de un rostro, en la sensación de acariciar un oído, en la repetición incesante de un gesto semejante a la danza originaria del mar; no hay caminos cerrados a esa sensación innúmera de ser el otro en su esencia, en su raíz más honda; y ante tal realidad el lenguaje que sirve para decir agua y sed; palidece, se repliega, abriéndose a la vez en verbos recién nacidos, en vocativos impronunciables, adivinados sólo en una mirada, en la posición de las manos, de los labios, en el minuto del beso que también es innúmero. ¿Qué universo tomó cuerpo aquél instante que fue un día que contuvo todo un siglo de vivencias, cómo ha de entenderse esa fracción de tiempo, qué necesidad lleva a querer nombrarlo? Es el deseo de que su eternidad no sea diluida en el correr de las horas, es detener el cauce de ese río en el que fuimos piedra y agua, arcoíris y mar desmayado en el cielo, ¿por qué dibujar cartografías en la piel de los labios, en el cabello durante su danza con un rostro que eran todos; en el movimiento apto para alimentar o dar muerte al uroboro, por qué nombrar al prodigio? Por un hambre que va más allá de la epidermis y ordena que todo milagro debe ser sopesado con la ilusión de transformarlo en dibujo que pueda ser reproducido; pero ese padecer es tan ingenuo como el calcular el perímetro de las olas, tarea de la más plena locura; porque de infinito no somos pero sí, lo somos, ese día donde siglos fueron vividos da cuenta de que es así.

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