…ante
la presencia pura, mutua; mutamos en viajeros del poliedro que se mostraba ante
nosotros desde el cielo, una energía nacida del discurso en que íbamos
penetrando hizo aparecer arcoíris, nubes y mar calmo en el cielo, nada que no
pueda ser comprendido por esa presencia que invocamos y encarnamos en el
corazón del azar, lugar donde no es posible decir “soy”, porque inmersos ahí
todo era nosotros, grito y beso, caricia; sitio donde el temor ha muerto;
paraje para planear como diente de león, impulsado por vientos fríos, cálida
sensación de pertenencia porque “ante” y “dentro” fueron también uno, no
palabras enemigas, sino caras de un poliedro de lados innumerables, como
innúmero es el acto desplegado en interminables actos apenas perceptibles en la
imagen de un rostro, en la sensación de acariciar un oído, en la repetición
incesante de un gesto semejante a la danza originaria del mar; no hay caminos cerrados
a esa sensación innúmera de ser el otro en su esencia, en su raíz más honda; y
ante tal realidad el lenguaje que sirve para decir agua y sed; palidece, se
repliega, abriéndose a la vez en verbos recién nacidos, en vocativos
impronunciables, adivinados sólo en una mirada, en la posición de las manos, de
los labios, en el minuto del beso que también es innúmero. ¿Qué universo tomó
cuerpo aquél instante que fue un día que contuvo todo un siglo de vivencias,
cómo ha de entenderse esa fracción de tiempo, qué necesidad lleva a querer
nombrarlo? Es el deseo de que su eternidad no sea diluida en el correr de las
horas, es detener el cauce de ese río en el que fuimos piedra y agua, arcoíris
y mar desmayado en el cielo, ¿por qué dibujar cartografías en la piel de los
labios, en el cabello durante su danza con un rostro que eran todos; en el
movimiento apto para alimentar o dar muerte al uroboro, por qué nombrar al
prodigio? Por un hambre que va más allá de la epidermis y ordena que todo
milagro debe ser sopesado con la ilusión de transformarlo en dibujo que pueda
ser reproducido; pero ese padecer es tan ingenuo como el calcular el perímetro
de las olas, tarea de la más plena locura; porque de infinito no somos pero sí,
lo somos, ese día donde siglos fueron vividos da cuenta de que es así.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario